Final. Último día de mayo dominical y lluvioso, como
queriendo expresar el penoso sentimiento que le ha causado pasar, sin pena ni gloria, sin fiestas, ni
alharacas, con una gran parte de la
población recluida y el resto, saliendo con algunos recelos a la calle; eso sí, cubriendo las posibles sonrisas con una
máscara igualitaria y que nos recuerda que hasta respirar, nos puede causar
problemas, pues es nuestro propio anhídrido carbónico lo que continuamente inhalamos a nuestros pulmones cuando la llevamos puesta, por ello es normal tener que quitársela de
vez en cuando para poder obtener el oxígeno necesario.
Mañana entrará Junio y
seguramente sea el mes que traiga la “normalidad” diseñada a partir de ahora,
la que va a hacer que de nuevo pongamos en marcha las empresas, los comercios,
el turismo, la cultura, los cines, las salidas más relajadas (creo que ya no
serán tan relajantes como antes) las comidas de trabajo, las reuniones
familiares de los fines de semana, las de amigos compartiendo unos ratos de
diversión y ocio, el paseo junto a nietos o sobrinos; en definitiva, volverá ( con algunas cortapisas) todo
aquello que nos hacía sentirnos felices antes de la pandemia, pero que, por
tenerlo tan fácil, apenas le dábamos importancia y casi nos parecía más rutinario
que habitual.
Junio llama a la puerta, pero
no debemos olvidar que aún está vivo el virus que tanto ha molestado al
mundo y que tan alta cuenta ha cobrado,
por ello, ni podemos ni debemos olvidar realizar todas y cada una de las
precauciones y normas de carácter social que nos recomiendan y que son además,
fruto de las más lógicas reflexiones personales y que se basan en actitudes de supervivencia.
Junio traerá nueva vida. ¡Bienvenida
sea!
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