Hemos entrado en el último
tercio del mes de mayo y el calor
empieza a hacer huella con su presencia.
No puedo olvidar que no es la
misma situación en todo el país y que cada comunidad
tiene su propia forma, su propio ritmo,
de enfocar la pronta llegada del verano; pero voy a referirme a la que conozco
bien, a la cordobesa. Hoy se
alcanzarán los 35 grados como mínimo, de ese calor seco tan especial que aquí
nos acompaña casi durante siete u ocho meses en algunos años. Pero éste, este
año es espacial, porque nunca antes, al asfixiante calor habitual de cada
verano, le acompaña una amiga incómoda pero que parece inseparable ya: la mascarilla. Esta mañana he
preguntado a tres personas mayores
que estaban aprovechando el tempranero frescor, que cómo se sentían con ella.
La señora, de en torno a 75 años, me contestaba que ella sentía miedo y su marido, de unos 80 años ,que él estaba pasándolo
muy mal porque le costaba mucho respirar
a través de una mascarilla casera, realizada con todo el cariño que su hija
había puesto al confeccionarla para ellos.
Y junto a ellos, el tercero de los que allí se encontraba, fue mucho más
explícito, fue mucho más castizo y directo en su respuesta, simplemente me dijo : “pues yo estoy hasta los …….. de la …. mascarilla”
(pongo puntos suspensivos porque es fácil imaginar los vocablos que faltan
y que espetó con tanta vehemencia como sus
alrededor de 83 años le permitían).
Y aún no ha llegado Junio, ni Julio o Agosto, meses en que los 40
grados a la sombra, es lo habitual y el respirar sin mascarilla se convierte en
toda una odisea, así que, con mascarilla…¡imaginemos!
Volveremos a enclaustrarnos de
nuevo, esta vez sin ampliar el estado de alarma, sino por propia iniciativa
para poder seguir respirando.
Por lo pronto, esta tarde, a
las nueve, volveré a intentar salir de paseo…al menos para que no perdamos masa
muscular y luego nos cueste más aún volver a la normalidad.
¡ANIMO QUE YA NOS QUEDA MENOS!
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