A nadie debe sorprender que,
tras estos 70 días de una clausura casi completa en casa, a nuestro cuerpo
le hayamos puesto algún kilo de más. Todos
hemos tenido la opción de convertirnos en aficionados e incluso algunos en auténticos
“master chef” por unos días y lo que más nos ha gustado practicar ha sido la
repostería. De ahí que las harinas y
levaduras, hayan sido repuestas en los estantes de los supermercados con más frecuencia
de lo que habitualmente se hacía.
Recordando los inicios, allá
por el 14 de marzo, todos nos tomamos el hecho de entrar en l5 días de estado de alarma, como si de unas vacaciones
pagadas y adelantadas en el tiempo, nos tomásemos. Nadie tenía en mente, ni por
asomo, que éstas durasen tanto tiempo, pero la tozuda realidad lo demuestra.
Por eso, los primeros días insisto,
lo quisimos pasar tan a gusto en casa que nos dedicamos a probar los fogones e
intentar paladear lo que más nos gustaba y que hacía tiempo que habíamos dejado
de comer, pues como casi todo lo que gusta
al paladar engorda, no podíamos
consentir tal cosa, iba contra el estilo de vida que estaba vigente: más sana más
vegetariana y frutícola. Sea como sea, hemos
puesto algún kilo de más y ahora, nos dicen que ya podemos ir pensando en
visitar la playa, que la fase 2 lo permite y en ella entraremos mañana. Pero claro está, hasta la fase 3 (finales junio) no se puede viajar para cambiar de comunidad. ¡A buenas horas mangas verdes! Y nosotros no somos como lo jugadores
profesionales de fútbol, que están teniendo entrenamientos para volver a estar
en forma antes de volver a jugar un partido sino que nosotros directamente
pasaremos del chaquetón de Marzo al bañador de Julio, sin entrenar para poder
perder ni un gramo. Menos mal que en la nueva realidad (normalidad) nadie se va
a fijar en eso. ¡DIGO YO!.
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