Que se adelanten
a los acontecimientos nuestros gobernantes es
algo digno de aplaudir, sobre todo si con esa actitud, logran poner remedio a
posibles problemas que puedan surgir y así tener preparada la solución a ellos. Me refiero en este caso concreto a las nuevas normas o
medidas que vayan a regir durante la próxima Semana Santa, en
nuestra comunidad.
Ya se está estudiando que la Semana Santa del 22 sea lo más parecida a las anteriores a la
pandemia, después de dos años de prohibiciones y se plantea la posibilidad de
que los “pasos” (tronos) vuelvan a
pasear por nuestras ciudades, y que sean llevados por los sufridos
costaleros que tendrán de aportar certificado de haber recibido las
correspondientes dosis de vacuna, en caso contrario deberán ser sustituidos por
un sistema de ruedas o parihuelas en el que no tengan de meterse personas
debajo.
Realizar sus recorridos
por calles amplias, evitando
esos típicos rincones para la fotografía artística en los que debido a lo angosto apenas se puede circular sin rozar la cal de
las fachadas laterales.
Pero si tratamos de evitar
situaciones de riesgo, o al menos,
asumir el menor posible quizás también se
deberían tener en cuenta: Reducir el número de hermanos que hagan la
estación de penitencia. Acortar el recorrido de la procesión. Aforo reducido y
controlado en carrera oficial. Obligatoriedad de la mascarilla en exteriores
donde se aglutine personal. En definitiva,
todo aquello que hasta ahora hemos estado haciendo y que nos ha permitido
rebajar considerablemente la tasa de infección.
Semana Santa con procesiones por las calles SÍ, pero con todas las precauciones y reticencias que pueden
hacernos pensar el número de muertos que a día de hoy todavía sigue habiendo.
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