domingo, 16 de agosto de 2020

ANTIGUA INFANCIA MASCULINA.- (El fútbol)

No voy a intentar analizar la infancia que tuvimos algunos hace ya más de unos 50 años, con la que actualmente están viviendo en sus 8 a 12 años y mucho menos para intentar hacer comparaciones que nos lleven a sacar un calificativo de mejor o peor para una u otra. Solo pretendo recordar la antigua, aquella que pasó hace mucho tiempo (siempre el tiempo es relativo) pero que aún sigue presente en los corazones de quienes la vivimos, pues con los recuerdos se acumulan las diferentes etapas de nuestra vida.  A nadie hay que recordarle que en nuestra época  no existían las maquinitas ni mucho menos los móviles que hoy abundan, por lo que nuestra infancia transcurrió sin esos inventos tan actuales y que tanto ayudan con los juegos de hoy. En nuestro tiempo, los juegos eran más físicos y manuales,  menos digitales. Nuestro campo de juegos no era otro que la propia calle,  por la que los pocos vehículos que pasaban  lo hacían sabiendo de nuestra existencia en medio de ella, por lo que extremaban sus cuidados y velocidad  para que  nadie se llevase un sobresalto  y para que todos pudiéramos compartir esa zona. Es verdad que los que se criaron en pueblos tenían más opciones de expandir sus campos de juego ocupando no solo la calle propia, sino que cualquier sitio era ideal para practicar el deporte rey, que ya por aquel entonces lo era. Servían para ello las eras que circunvalaban el pueblo y cuatro piedras hacían de postes  para las porterías, lo demás, correr sin ningún tipo de calentamiento ni entrenamiento e intentar dar la patada que consiguiese el último gol, el  gol que hiciera ganador de ese día a uno u otro equipo. Los goles eran acumulativos, en no sé qué tipo de campeonato al que jugábamos y que nunca acababa sino que continuaba al día siguiente con los jugadores que ese día apareciesen, no había trofeo, solo se jugaba por la “honrilla” de quedar ganador.  Era el juego que nos ayudaba a lograr una meta: caer rendidos por la noche en nuestras camas y descansar de aquel ajetreado día.

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