Como la lógica hacía esperar, después del post dedicado a la infancia masculina de hace más de 50 años, el dedicado a la infancia femenina era el siguiente que debería escribirse y así paso a hacer (con mis disculpas por adelantado si se aprecia algún error, pues hablo por referencias y no por propia experiencia, aunque en honor a la verdad he de decir que alguna que otra vez, participé con alguna amiga mía en sus juegos) ¿Quién cuando era niña no jugaba a las casitas? Para jugar sola o acompañada era el juego preferido. O ¿quién con una muñeca y un cochecito (carrito de bebé) no se imaginaba todo un mundo de fantasía paralelo a las escenas cotidianas que se vivían día a día?. Rebuscando en el armario se encontraba lo más deseado: los tacones de mamá que junto con su barra de rojo carmín y, con suerte, un bolso antiguo o que ya no se usaba, componía todo el atuendo perfecto para el momento. ¡Todo preparado para ir al médico!, coger a la muñeca y con su carrito llegar a la consulta donde tu amiga o tu hermana o tu vecina…atendía como doctora a las dudas o inquietudes que sobre el bebé se tenían: “este jarabe de fresa le calmará la tos y esta inyección (que no duele) le quitará la fiebre y el dolor de garganta”. Lo de jugar a médicos y pacientes…vendría años después. Pero tampoco faltaba el día en que imitaban a la maestra-o, eso era lo más divertido y lo que permitía hacerse pasar por alguien que todo lo sabía y que a todos les enseñaba. Las niñas de la época, tenían la capacidad de llevar las situaciones de la vida real a ese mundo fantástico en donde eran las dueñas y verdaderas artífices de lo que en él acontecía y que en ocasiones obligaba a algunas familias a un cambio de actitud de los padres que veían otra forma de construir la realidad que les rodeaba. La infancia, ese mundo de realidad hecha fantasía o quizás ¿esa fantasía hecha realidad?
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