ES curioso,
pero a veces no nos paramos a pensar ni siquiera en acciones que realizamos
sobre la marcha y que inconscientemente se convierten en rutinas diarias.
Tras una larga y trabajosa
jornada, cuando cada uno llega a ese espacio del universo, a ese lugar tan
especial, tan cercano, tan deseado y que ahora llaman “zona de confort”, cuando llegamos a nuestro hogar, a nuestro reino, a ese lugar que nos acoge y abraza,
simplemente nos da por quitarnos la vestimenta de calle y rápidamente ponernos el tan socorrido pijama, que sabedor de nuestras preferencias, esperaba a que llegase su hora. El pijama, ese pijama
que ya forma parte de nuestra historia,
de nuestro ser, de nuestro paso por este mundo y que a pesar de las muchas
horas de uso que pueda tener, sigue siendo el
mejor compañero para la tranquilidad y calma que necesitamos en nuestros
momentos de relax, en el sofá, antes
de irnos a descansar en la cama.
Pero si el pijama,
es algo que nos atrapa y abraza, no es menos cierto que si viene además
acompañado de la bata de estar por casa,
se convierten en nuestros mejores aliados.
Ese pijama que
nos ha acompañado durante las horas de calma,
que junto a una copa, nos ha
permitido avanzar en las tardes-noches de nuestro paso por esta vida.
Seguro que más de uno de nosotros, recuerda con muchísimo cariño a aquel pijama de franela a cuadros que nos poníamos en las largas noches de estudio, en el visionado del partido de la semana, en la película que nos ofrecía la
televisión (antes no podíamos elegir películas privadas) con el
sándwich (antes bocadillo) y la
bebida que más nos gustaba (no nombro ninguna por aquello de no hacerle
publicidad) o a aquel mismo pijama de las noches
de insomnio cuidando a alguno de nuestros hijos con fiebre…. PIJAMA,
con mayúsculas.
Hoy, las cosas han cambiado y eso mismo podíamos decir
de otra prenda EL CHANDAL.
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