Está llegando la hora, está acercándose el momento en
que, los que somos de tierra
adentro, nos empecemos a acercar a la mar
(como dirían los marineros, pues la consideran como su madre) o al mar (como decimos los más
alejados de ella). Está próximo ya el principio del verano. Y hay que ver la
capacidad de adaptación que tenemos los de interior a la vida contemplativa y
relajada que se lleva en los lugares junto a la playa. Llegando a ella, uno
olvida el reloj y deja de ceñirse a ningún planing que no sea el de levantarse
(tarde), desayunar unos sabrosos churros (porras o tejeringos), coger la hamaca
y bajar a la orilla del mar, donde acomodados bajo la protectora sombrilla y el
protector50 sobre nuestro cuerpo, nos dedicamos a seguir relajándonos más, bien
contemplando el ir y venir de las olas o leyendo un libro o desarrollando una
animada charla con “los vecinos” de sombrilla de al lado.
Así, pasando la mañana, llega la hora de la refrescante cerveza,
y para hacer boca, un espeto de sardinas para acompañarla, calentitas, recién hechas
al calor de las brasas de leña encendida sobre su buen lecho de arena. Comida
de mediodía y ¿seguramente? siesta que, en aquellos que tienen opción, se hará
junto a la piscina y el frescor que da
su césped.
A media tarde, una merienda-cena frugal y salida, ahora ya a disfrutar por el paseo marítimo, todo ello
sin prisas, pues las prisas no son propias del tiempo vacacional. Durante nuestro rato de marcha, nos encontraremos con la compañía de las plantas de las zonas ajardinadas que suelen enmarcar estos cuidados paseos marítimos que
nuestros pueblos de playa cuidan con especial esmero.
Alguna terraza donde poder disfrutar de un helado o de un
trago de los denominados “más largo” para ir así dando fin a una jornada de
tranquilidad y serenidad vacacional.
Ah, por cierto, el erotismo
(del título), cada persona sabrá dónde y
cómo encuadrarlo, pero también para él es un aliado nuestro periodo vacacional.
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