¿Quién no ha
pasado alguna noche en vela, deseando dormir y
viendo como las horas iban pasando con la sensación de que no habría
forma de conciliar el tan reparador y
necesario sueño?
¿Quién a
medida que la noche avanzaba, no deseaba que amaneciese ya y que el nuevo día
trajera el olvido de esa mala y cansina noche en blanco?
¡Una mala noche la
tiene cualquiera! Y cuando eso ocurre, armarse de paciencia, suele ser la mejor opción. Para nada sirve la preocupación
y el pensamiento reiterado de que no nos
podemos dormir, pues lo único que conseguimos con ello, es seguir
poniéndonos más nerviosos y desear con mayor intensidad la aparición del deseado sueño, mientras que éste sigue alejándose y dejando su huella en
forma de cansancio acumulado minuto a minuto, lo que hace que sigamos con la
necesidad de descanso, pero con la inquietud de no poderlo hacer.
La lectura a
altas horas de la madrugada es una buena
opción para algunas personas, de atraer al sueño, no obstante hay veces que
tampoco es la solución al problema de
insomnio. Cuando esto ocurre, solo queda la resignación y entender que si el sueño no ha llegado, no por mucho desearlo,
no por mucho buscarlo, aparecerá. Hay que “darse
por vencido” ante la realidad más tozuda: “ESTA NOCHE SERÁ NOCHE EN BLANCO”.
Continuar metidos en la cama, se convierte ya en una especie de sacrificio, del que hay que huir, levantarse y hacer
algo más provechoso nos ayudará en el lento paso de las horas nocturnas.
Con la llegada de los
primeros rayos de luz, llega también a su apogeo, el cansancio que la mala
noche nos ha provocado y antes de darnos cuenta, estamos en brazos de Morfeo; lástima que el
despertador, cumpla con su misión y no entienda de malas o buenas noches y, a la
hora señalada, nos vuelva a la cotidianidad.
¡La siesta será
entonces, la reparadora solución del problema!.
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