lunes, 17 de mayo de 2021

CAMPO Y CIUDAD (III).-

Era el momento más deseado del día, era el momento de salirse a la calle, los más jóvenes (niños) para jugar y los mayores para charlar y descansar de la ajetreada jornada de trabajo
Las mujeres, continuaban la jornada, haciendo, a modo de hobby,  las llamadas “labores”, entre las que se encontraban desde el bordado a mano o con la ayuda del bastidor hasta la realización de jersey, rebecas o bufandas de punto (lana), al delicado croché (en otros lugares más conocido por ganchillo) o simplemente al zurcido de algún roto en una prenda, que tenía arreglo. Mientras esto ocurría, iban cambiando opiniones de todo tipo, desde una nueva comida que alguna había hecho, hasta la forma de mantener los vidrios sin que se empañasen, dentro de la alacena. Mientras tanto, la chiquillería jugaba por medio de la calle a juegos tan simples como divertidos (a “resconder pillar”, a “policías y ladrones”, a “un dos tres pollito inglés”, a “las canicas”,  a “tula”, o sus variantes de “tula venenosa” o “tula en alto”, a las “prendas”, a “la escuela”, a “los médicos”, al “pañuelo”, al “cortahílos”, a “la pica” o a “la rule” o a “la rayuela” o a “la comba” o a “las 4 o muchas más, esquinas” dependiendo de cuántos jugaran, el juego se adaptaba rápidamente …) por enumerar algunos.
Era también el momento en el que solían pasar por la calle, varios vendedores en bicicleta, de productos tan dispares y variopintos como: majoletas, almezas, paloduz (de palo, se remarcaba), caña de azúcar, higos  chumbos, helados, merengues, piñonate…
Sin duda eran otros tiempos, y la sociedad y sus formas de relación han cambiado, pero no por ello, dejan de olvidarse porque forman parte de nuestro acervo cultural, de nuestra idiosincrasia pasada.

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