Era el momento más
deseado del día, era el momento de salirse
a la calle, los más jóvenes (niños) para jugar y los mayores para charlar y
descansar de la ajetreada jornada de trabajo
Las mujeres, continuaban la jornada, haciendo, a modo de
hobby, las llamadas “labores”, entre las que se encontraban desde el bordado a mano o con
la ayuda del bastidor hasta la
realización de jersey, rebecas o bufandas de punto (lana), al delicado croché
(en otros lugares más conocido por ganchillo)
o simplemente al zurcido de algún
roto en una prenda, que tenía arreglo. Mientras esto ocurría, iban cambiando
opiniones de todo tipo, desde una nueva comida que alguna había hecho, hasta la
forma de mantener los vidrios sin que se empañasen, dentro de la alacena.
Mientras tanto, la chiquillería jugaba por
medio de la calle a juegos tan simples como divertidos (a “resconder pillar”, a “policías y ladrones”, a “un dos tres pollito
inglés”, a “las canicas”, a “tula”, o sus
variantes de “tula venenosa” o “tula en alto”, a las “prendas”, a “la escuela”,
a “los médicos”, al “pañuelo”, al “cortahílos”, a “la pica” o a “la rule” o a “la
rayuela” o a “la comba” o a “las 4 o muchas más, esquinas” dependiendo de
cuántos jugaran, el juego se adaptaba rápidamente …) por enumerar algunos.
Era también el momento en el que solían pasar por la
calle, varios vendedores en bicicleta,
de productos tan dispares y variopintos como: majoletas, almezas, paloduz (de palo, se remarcaba), caña de azúcar, higos chumbos, helados, merengues, piñonate…
Sin duda eran
otros tiempos, y la sociedad y sus formas de relación han cambiado, pero no por
ello, dejan de olvidarse porque forman parte de nuestro acervo cultural, de nuestra idiosincrasia
pasada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario