sábado, 8 de mayo de 2021

CAMPO Y CIUDAD (II).-

¡Venga María que ya he regado la puerta! ¡Saca las sillas de la salita y ponlas en la acera!
¡Hoy ha hecho un calor tremendo y ya es hora de sofocarlo a la fresca de lo regado!
Pásate por casa de Julia y dile que la esperamos a ella y a su hermana, pero antes, saca también la  mecedora por si se viene su madre. Era la voz de Marina a su hija Carmencita.
Así podía comenzar una media tarde cualquiera en cualquier calle de cualquier pueblo, hace unos 50 años.
Era la hora de charlar con los vecinos, de compartir las inquietudes y de contar los momentos vividos a lo largo del día, era la hora del reposo y repaso.
Rara era la calle que no tenía un punto de reunión cada tres o cuatro casas y en las que la convivencia vecinal estaba por encima de las disputas o regañinas a los más pequeños, que habían estado jugando en esa calle, a la pelota (de goma que era la que había, nada de las de reglamento) un rato antes y que con cierta asiduidad golpeaban con ella, tanto paredes, como puertas o incluso ventanas, llegando hasta la rotura de algún cristal que no estuviese protegido por las humildes (a la vez que preciosas) rejas de forja.
No había nada que criticar, si alguna persona mayor de la calle o que por ella pasase, le había llamado la atención a un o unos pequeños, pues se daba por sentado que si lo habían hecho fue por un motivo a todas luces, educativo.
Reunidos en torno a un zaguán y con un botijo en el centro, sin miedo al paso de los coches, pues eran pocos los existentes y de transitar muy lento, porque los conductores eran conocedores de que en la calle no solo estaban o iban ellos, si no que era de todos y por todos podía ocuparse, respetando mutuamente, su uso y disfrute.Tras dos horas de animado coloquio, solo interrumpido por  las consabidas fórmulas de saludo y cortesía que se intercambiaban al paso de cualquier persona, llegaba la hora de preparar la cena y con un “hasta mañana, si dios quiere”, se levantaban las personas, se recogían las sillas y se regresaba al interior de las casas.
HABÍA SIDO UNA BUENA TARDE SIN DUDA. Y habían quedado temas pendientes para continuar otro día más.

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