Nuestro refranero
como siempre se muestra una vez más certero. Me refiero al que reza así: “Año de nieves,
Año de bienes” (parece que será el año de inmunizarnos contra el virus y
ganar en salud)
Pues bien, este día 7 de este año, ha amanecido con las
calles de media España cubiertas por un
blanco paño de la apetecible, deseada y juguetona nieve, que será el disfrute
de los pequeños y de los no tan pequeños.
Ya hace casi 60 años de mi primer contacto con ella y aún la
recuerdo con tanta alegría…
Años después, me atreví con una especie de escrito versificado (no me atrevo a llamarle poema, aunque eso parece, pues
expresa sentimientos íntimos) y que rebuscando entre lo ya olvidado, ha vuelto
a aparecer y hoy aquí la trascribo. Vaya por delante la petición de perdón por
mi atrevimiento u osadía.
NIEVE.-
Nieve limpia, nieve pura ¡Cuánto admiro tu blancura!
¡Qué recuerdos vienen a mi mente al verte caer tan
lentamente!
Recuerdos de una infancia añorada y querida,
en un pueblecito navarro, Burguete, junto a Francia,
donde pasé esa parte de mi vida.
Aquellas casas tan oscuras, de madera todas forradas;
con una sola tele para BONANZA, ¡la del cura! Y esa pequeña escuela
atiborrada.
Esos tan limpios arroyos, con el agua tan cristalina.
Y el pan...esos grandes bollos comidos al calor de la férrea
cocina.
Cocinas que eran de leña, con cuatro grandes fogones
¡Aún recuerdo, cómo crujía la madera de tus escalones,
cuando bajaba o subía a la planta de habitaciones!
Tú, siempre lo cubrías todo.
desde la alta cima al más profundo hoyo...
Tu manto, por todas partes extendido
fue el mejor
juguete que jamás yo haya tenido...
¡Cuántos muñecos te he hecho!
¡Cuántas veces, en forma de bolas, te he lanzado!
¡Cuántas otras te estrellaste en mi pecho!
Y ¡Cuánto, en fin, contigo yo he disfrutado!
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