Se va acercando la calurosa estación
veraniega y las mascarillas ya son parte de lo que nos acompaña en nuestro
atuendo diario, se han convertido en el complemento más necesario, pues de su uso
depende en gran medida nuestra SALUD. Visto así, las mascarillas son algo muy
valioso pero, a pesar de ello, presentan el gran inconveniente de que nos hacen sentir la falta
la respiración, la dificultad para hacerlo a través de sus filtros o capas. Es
verdad que han de llevarlas para impedir la entrada del virus, pero a pesar de
eso, son bastante molestas, y no ya solo por la falta de entrada de oxígeno,
sino también por las gomillas de sujeción, que hacen que todas las orejas, se
venzan hacia adelante y empiecen a parecer diferentes a como en realidad son,
esperemos que no se convierta en un cambio evolutivo que nos vuelva a acercar
de nuevo a los primates. Bromas aparte y retomando el tema, las mascarillas
hacen sentirnos prisioneros y por ello nos hacen sudar y que nuestro corazón aumente
su presión arterial y acelere sus latidos. Si a eso que ahora nos ocurre ya, le
sumamos un aumento de unos 10 grados de temperatura, propios del verano, el resultado puede ser INSOPORTABLE.
Llevaremos la mascarilla, pero cada vez habrá más personas que opten por no
llevarla, o por ir con ella colgada del brazo, como se aprecia ya. En definitiva,
la mascarilla es una medida de precaución y de salvaguarda, pero sin duda, que también
es una incomodidad más añadida a nuestras rutinas o hábitos diarios. Claro que
quién sabe si con esto doy pie a que se fabriquen unas mascarillas con un
diseño mejorado y más liviano que nos permita sentir sensación de no llevarla
puesta.
El tiempo lo dirá. El verano, ya está aquí.
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