No puedo dejar de pensar en
aquel título de la película de Steven Spielberg dada la proximidad a la que
estamos de pasar a la fase 3 de este
pandémico proceso, en mucha parte del territorio nacional.
Entrar en esta fase, supone
casi dejar sin límites o rebajar mucho, todas
las restricciones que hasta ahora habíamos tenido.
La que más se estaba deseando
es la de movilidad entre provincias
de una misma comunidad y fase, pues no han sido pocos los que, distanciándose escasos kms. no han podido acudir a saludar,
ni a ver (que ya no digo abrazar ni besar)
a sus seres más queridos: padres cuyos hijos se fueron a comprar su
vivienda en el pueblo de al lado, aunque pertenecía a otra provincia, pero que
solo estaba a 5 minutos, pues se encontraba justo en los límites de ambas
provincias, tan es así que, hasta la estación de parada del tren AVE, lleva el
nombre de ambos pueblos, aun siendo, insisto, de diferente provincia.
Tercera fase, se abren: barras de bares (50%), se aumenta el aforo
y el número de clientes por mesa, los centros comerciales, los cines, las
playas, los mercadillos de barrio, los velatorios y bodas, las iglesias y
espero que dentro de los espectáculos al aire libre (también autorizados ya) se
empiecen a abrir algo tan entrañable y tan deseado como son los CINES DE VERANO (que ya va siendo
tiempo y hora de ello). ¿Qué mejor situación para olvidar este mal-sueño, que
una cómica película bajo el cielo
estrellado de una veraniega noche, mientras
saboreas una cerveza fresquita junto
con un bocadillo “serranito”?.
Pues eso, lo dicho, de cine
irían esos encuentros en la tercera fase (con mascarilla y distancia, claro).
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