lunes, 1 de marzo de 2021

MEMORIAS.-(1)

Es bonito recordar situaciones, de cosas que en nuestra infancia eran diarias y casi generalizadas.
Los que ya rondan o hemos pasado la sexta decena de vida y tuvimos la suerte de haber podido disfrutar de una infancia en algún pueblo, recordaremos algunas si no todas estas situaciones sobre las que voy a reflexionar.
Casi siempre, estos casos se daban en la llamada “casa de la abuela”, esa extensa casa que solía tener un primer patio dedicado a las macetas y su cuidado y un segundo patio que daba para tener una pocilga o cochinera, donde engordar a  un lechón para la época de la matanza, un gallinero en el que unas pocas gallinas con un gallo, nos surtían de los huevos que fritos con ajitos acompañarían, a esas humildes y sabrosísimas patatas del huerto, propio o bien del de algún vecino y unos pimientos también fritos y colocados sobre trozos de  hogaza de ese pan casero que aguantaba tres o cuatro días sin apenas ponerse duro.
Quedaba también una zona (solía ser la zona de la solana del patio) para colocar en ella, el típico barreño de zinc, digno sustituto del lebrillo gigante de barro, a medio llenar de agua y que desde por la mañana, comenzaba a  apropiarse de grados centígrados solares para que, llegada una determinada hora, sirviera a modo de bañera para la casa, en la que no había aún ni agua corriente, ni mucho menos lo que hoy llamamos cuarto de baño o de aseo, por lo que a veces, junto al gallinero, solía salirse a hacer las llamadas “necesidades” aunque de  la  misma época, la querida “escupidera”(mejor llamada orinal) impidió más de un paseo al segundo patio en horas intempestivas.
En fin, solo son recuerdos de momentos de vida, que quedan en la mente archivados para siempre.

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