Eran las 8 de la
tarde y el personal, arreglado para la ocasión, se preparaba para
desplazarse a la casa que este año era el centro de la reunión familiar para la
celebración de la cena de Nochebuena.
Habría que desplazarse a la otra zona de la ciudad y llevar la parte que cada cual, había cocinado para compartir con el resto de miembros familiares. También
algunas de las bebidas frías, pues
para tantos comensales, no hay sitio en un solo frigorífico y había habido que
repartirlas por los de las casas de todos. También ya es tradición, puesto que
en esa noche todos estaremos reunidos, llevar los pequeños regalos que cada uno ha creído oportunos adquirir para
dar cumplimiento a ese “amigo invisible”
anual, al que, como cada año se le ha puesto su tope económico correspondiente.
La felicidad por la proximidad del
acontecimiento alegraba la cara de todos. Coche y al centro de reunión general.
Allí ya todos; abrazos, besos, risas,
apreturas, apretones y distribución en las mesas de los extraordinarios condumios
y de los comensales. Copiosos entrantes donde cada uno
encuentra su favorito o el que ha apuntado que le gustaría comer ese año,
regados por la fresca bebida. Cuando llega el
plato principal, la mayoría ya no tiene ni hambre ni ganas de seguir
comiendo, sino que se pasa directamente a los
postres especiales. Tras el brindis
de fin de cena, por grupos, se empieza con los juegos que para la ocasión se han preparado también por parte de
los más jóvenes. Los mayores comentan, recuerdan y planean. Y así va avanzando la noche de familia
entre risas, turrones, mantecados, copas, risas, chistes, ronquidos, risas, juegos
y sobre todo, con la felicidad de sentirse un año más…JUNTOS.
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