lunes, 26 de octubre de 2020

VUELTA ATRÁS.-

No se oyen gritos infantiles en los parques, no hay algarabía, ni hay alegría, no hay niñez aireada sino escondida, recogida, confinada. 
Los miedos paternos y maternos influyen en el desarrollo del niño, por desgracia en esta situación, tenemos el caso práctico más fehaciente.  Los padres empiezan a tener miedo a la pandemia tras oír que, vuelve al estado de alarma y con él los cierres perimetrales de muchas localidades y el confinamiento o -la petición de autoconfinamiento- de muchos ciudadanos que solo podrán salir de esos cercos, si lo hacen para trabajar o en todo caso por motivos médicos y de urgencia. 
Vemos que se restringen además, los horarios en los que se puede salir a la calle y que debemos de ser más responsables aún de lo que hasta ahora hemos sido; la situación ya, ni es tan jocosa como antes ni permite más dilación en la toma de urgentes medidas  para doblegarla e intentar volver, lo antes posible (que no será antes de muchos meses) a esa situación que nos permita una cosa tan simple como es: pasear por las calles de nuestros pueblos y ciudades, sin miedo, sin recelos; sin cambiar de acera o volver el rostro a quien de frente se aproxima o también para volver a sentarnos a compartir unas tapas o unas raciones  de buen pescaíto frito,  o carne a la plancha o unas migas o una paella  con nuestra fría cerveza o copa de vino, junto a familiares o amigos en  una tertulia distendida, alegre y agradable . 
Pero por ahora, lo único que podemos hacer es llenarnos de paciencia, tratar de sacar el mayor provecho de las rutinas diarias y convertirlas en nuestros hábitos más preciados que nos alegren esta etapa de esperar a una eficaz vacuna (parece que la que está desarrollando Oxford será) que aplaque la ira de este covíd tan universal y caótico. Nada más está en nuestras manos. 
Menos mal que hemos esperado al cambio horario para imponer el toque de queda, porque hasta hace muy poco tiempo, aquí en Córdoba a las nueve de la noche era la hora a la que se podía salir a tomar algo a alguna terraza de bar y casi que aún nos acompañaba el sol. Y es que no hay mal que por bien no venga, ni mal que cien años dure. ¡Ánimo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario