Con 22 puestos callejeros, Córdoba capital, empieza a recordar la tradición de saborear un cartuchito de castañas asadas. Esas castañas que con el frío, se convierten en pequeñas estufa de manos, recién apartadas de la típica olla roja con su culo taladrado y colocada sobre un infiernillo con ascuas atizadas con soplillo de esparto, se han asado con la única reconocida herida de una raja que la atraviesa en su medio cuerpo. Padres y madres con sus hijos o abuelos con sus nietos, compran y saborean ese manjar natural. Pero tras ese cartucho de castañas que hoy compramos, sin duda vienen los recuerdos de nuestra infancia, de aquella infancia en la que ataviados con nuestros abrigos y con nuestra bufanda y gorro de lana de borla alta junto a nuestras botas katiuskas para los días de lluvia, comprábamos castañas también acompañados de nuestros padres. Es un ciclo renovado, como todo en esta vida, cambian los castañeros y cambian los compradores, pero sin duda, permanece y permanecerá el recuerdo para las nuevas generaciones, al igual que en nosotros ha quedado. A ver si este año, ellas y sus recuerdos nos hacen olvidar la cruda realidad “CASTAÑASSSSS ASADASSSSSS”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario