Es un día impresionantemente
caluroso. Bien es cierto que por mi tierra, era fácil obtener temperaturas
por encima de 40 grados en los meses de verano y que nada asustaba a la hora de salir a la calle, eso sí,
bien provistos de botellín de agua y
a ser posible un buen sombrero que
nos ayudara a protegernos de la irremediable ración solar que íbamos a padecer si tuviésemos que estar mucho rato
expuestos a los rayos del astro rey.
Lo habíamos soportado todo ya, o al menos eso creíamos; la
naturaleza se empeña en darnos nuevas muestras
de su libertad y en mostrarnos, que como ya afirmaba el griego Pitágoras (569
a. C), los números son una serie
sucesiva de dígitos, que no tiene fin, que son infinitos y que por tanto, al
40, le sigue el 41, 42, 43 y así sucesivamente los 46 que hoy marcan los termómetros callejeros que se encuentran
a la sombra, pues los que están a pleno sol, han llegado a marcar ya los 50.
Que es fruto de
una Dana (Depresión Aislada en Niveles Altos) asentada en un determinado lugar del mapamundi, que impide la
entrada de aire más fresco…¡vale! Pero
sea esa o no la explicación, lo cierto es que estamos encadenando una serie de
días que el termómetro supera los 44
grados durante las horas diurnas y apenas baja de los 30 durante la noche. Si tenemos en cuenta que para la comunidad médico-científica,
la temperatura ideal para dormir
está entre los 15 a los 20 grados y
que con temperaturas superiores se nos impide el descanso y el dormir con sueño
reparador, nos daremos cuenta que ya llevamos unos pocos de días que no lo
hacemos y que por ello, es normal sentir
el cansancio acumulado en nuestro organismo, lo que nos impide realizar las
tareas con pleno dominio de lo que estamos haciendo, en definitiva, por mucho
que queramos, rendimos menos y nos
cansamos más.
Y aun así, dicen los meteorólogos, que viene otra semana de calor extremo. Como dice
la frase: “que dios nos pille confesados” Eso sí, ¡con piscina se pasa mejor!.
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