Fue un despertar
de esos que sin duda, se pueden llamar “raros”.
No había sido tampoco
una noche que se pudiera adjetivar como buena, sino más bien era el
preludio de lo que con ese raro despertar, iba a ocurrir.
Dicen que los sueños pueden ser signos premonitorios, es decir, adelantan una realidad que irá a
ocurrir con el paso del tiempo, aunque no se sabe muy bien si ese tiempo será
breve o excesivamente largo, y es en esa incertidumbre,
donde radica el principio de la vida, en no saber nunca si va a ser más larga o breve y si de
ella se van a tener muchísimos acontecimientos positivos o por el contrario,
negativos; si va a ser una vida de satisfacción o de continua problemática; si
tendremos que arrepentirnos de muchas decisiones o estaremos muy de acuerdo con
las tomadas y por tanto, por útiles y adecuadas las tendremos..
Pues bien, ese cúmulo
de incertidumbres parecía que habían estado rondando toda la noche por el
incansable e incesante cerebro,
hasta el punto de hacer que se despertase antes de lo previsto y haciéndolo coincidir con el sonido de sirenas, que a lo
lejos, resonaban en la madrugada y que parecían acercarse al lugar donde me
encontraba, Era una mezcla de varios
tipos de sonidos de sirena, lo cual hacía pensar en que algo muy grave
estaba aconteciendo no muy lejos.
Me asomé a la ventana y vi llamaradas que se elevaban en aquel horizonte diáfano, que esa casita
rural donde me alojaba, me permitía observar. Ya no había duda, el campo
ardía. En muy pocos minutos, nos alertaron a todos que deberíamos abandonar aquella
casita, pues las llamas venían en su dirección y probablemente acabarían devorándola.
A la mañana siguiente los periódicos
anunciaban lo devastador que había resultado ser aquel fuego, que había calcinado
varios miles de hectáreas y entre ellas, la
casa de alojamiento rural, de mi sueño.
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