Cual si de un ofidio se tratase, así vamos pasando los
días.
Estos aciagos días
que nos acompañan desde el pasado marzo, desde que se descubriera que no
todo iba a seguir siendo tan perfecto, como nos parecía hasta entonces, nuestro
tránsito por esta vida; esa a la que
cargábamos de imperfecciones y de malhumorados días; esa que, parafraseando a
Bécquer: “esa, esa no volverá”.
Y es que sin duda alguna, como nuestro refranero dice, no hay mal que cien años dure y que más
pronto que tarde, todo esto que padecemos tendrá arreglo, no lo dudamos ni por
un momento, pero no es menos cierto que en la mente de todos nosotros está, que la vuelta a la deseada normalidad no
podrá ser, ni por asomo, parecida a la que hemos conocido.
Sin duda alguna, esta
pandemia nos ha vuelto a todos muchísimo más precavidos y distantes en nuestras relaciones sociales. Como
alguien apuntaba el otro día en un
supermercado, esto nos ha hecho vivir más al estilo europeo y alejarnos de la “campechaneidad” que nos seguía como una de nuestras cualidades más
elogiadas por el resto del mundo que en forma de turismo, nos visitaba por ello
(entre otras muchos cosas) porque hacíamos que todos se sintiesen como en su
propia casa.
Seguro que ya, nada será igual y los recelos ante lo desconocido, harán cambiar también nuestro carácter.
Permitirme que para finalizar, parodie con ironía la magnífica rima de Bécquer:
“Volverán los días buenos,
Amigos y bares para celebrar
y otra vez entre
risas y fiesta
esos días nos harán
gozar.
Pero aquellos que nos
fusionaban
Con alegría en
abrazos y besar,
Aquellos que recordábamos
nosotros
Esos, igual, ¡no
volverán!”
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