Empezamos un nuevo día y hoy me he levantado con ganas de contaros el último sueño que
he tenido y que recuerdo.
Nada más despertar he subido la persiana del dormitorio y un radiante sol ha deslumbrado
mis ojos recién abiertos y aún no acostumbrados a esa potente luminosidad. El día luce majestuoso a pesar de ser
solo las 8 de la mañana, será por el cambio horario último. Rápidamente y tras
una refrescante ducha, me he vestido
y he salido a desayunar al bar de
siempre, que hoy lucía un brillo
especial, aunque el mismo olor a pan y
dulces recién elaborados, junto al aroma ya tan típico del café
matutino. Allí estaban los mismos clientes cotidianos de esa hora. Los dos
que aún no tienen obligación de llevar niños al cole, (por ser todavía jóvenes
y no tener hijos) y los que cinco que tampoco, por ser ya mayores y haber
dejado atrás esa obligación paternal.
Ni siquiera he de
pedir a la camarera lo que quiero tomar, pues al ser cafetería de barrio,
el ambiente casi familiar, permite que ella ya conozca mi consumición habitual.
Con mi café y mi tostada, desayuno.
Mientras, la charla de unos y otros se va extendiendo por
todo el local, claro que tampoco somos tantos,
siete clientes y dos camareras. Estamos alegres, hoy, por fin, estamos alegres todos. Y eso se nota en el
ambiente, todos aún respetamos el uso de la mascarilla, nadie duda de que sea
necesaria todavía, pero el saber que ayer
por fin se
empezó a vacunar eficazmente a
todos los ciudadanos, contra el Covid, hace que el día de hoy, sea un día muy
muy especial.
Pero al despertar, la alarma de mi reloj me devuelve a la realidad más cruda, a un despertar inquieto, donde la
tranquilidad o el sosiego y la calma parece que serán difíciles de alcanzar.
Pero el sueño, el
sueño al menos, ha sido capaz de hacérmelo creer. ¡SERÁ PREMONITORIO!
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