Es lo que sentimos
cuando algo llega a nosotros de manera contradictoria o de forma que no
entendemos por las reglas básicas del entendimiento.
Llevamos meses en los que asistimos a una serie de altibajos, como si de una montaña rusa
se tratara, en los que los datos de los contagiados, de los ingresados y los
que peor suerte corren, los de las ucis. se modifican a diario y vemos atónitos
como las medidas de confinamiento o de salvaguarda, también varían y lo mismo
nos podemos sentar en una terraza de bar seis personas en una misma mesa, que
pasamos a poder solo cuatro, que en el interior de restaurantes se puede estar
con aforo limitado y sin acercarse a la barra, que depende de qué horas parece que
el “bicho” es menos bicho, que la mascarilla es obligatoria en
todos los lugares donde no se pueda guardar los dos metros de separación entre
personas, que aunque haya esa separación es obligatoria, que lo mismo aunque
vayas por medio del campo, solo o con la única compañía de la persona que
convive contigo bajo el mismo techo ( por cierto sin mascarilla, porque para
eso es tu casa) también es obligatoria….
Lo mismo que eso ocurre, también los datos de la IA (que no se trata de ningún rebuzno, sino de la
Incidencia Acumulada) fluctúan, y lo mismo un día estamos dentro de la zona de “relativa
tranquilidad” que al siguiente, nos encontramos con que el colapso de las Ucis
es inminente debido a que la curva de contagios va en ascenso.
La culpa, pues unas veces se le echan a una cosa y otras
a otra. Esta vez, parece que la culpa ha sido la semana santa y , claro, con
una movilidad prohibida entre territorios, y que la única opción era pasear por
las ciudades, pues parece que eso ha servido de resorte para subir las cifras (cuestión
inexplicable). Sea como sea y que además las
vacunas no están llegando en la suficiente cantidad y rapidez necesaria
para irnos protegiendo, es muy normal que estemos desconcertados. Aun así,
vamos hacia adelante y a ver si nos aclaramos poco a poco.
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