Hoy es ese otro día en el que os
voy a contar lo de la cerveza.
Veréis, hace ya unos dos años,
cuando se jubiló un vecino y amigo mío, le dije: “J.L. ha llegado la hora de tomarnos todos los días a medio día, siempre
que podamos y a ser posible todos, una cerveza
en el bar de abajo, porque a partir de ahora no sabemos cuántas más, nos podremos
tomar”. Al principio mi amigo se
mostró reticente con esa idea, pero de poco le sirvió ante mi llamada diaria,
para realizar tal fin.
Así lo hacemos y
con esa fresca jarra de cerveza, una
tapa obsequio de la casa, que a veces, nos da a elegir y otras, son únicas.
Charla, bromas, y cerveza. Aquello que empezó con dos, a veces se convierte en reuniones más amplias, en las que solo con
llegar y saludar con el típico apretón
de manos o los dos besos, según sea el caso, hace sentirnos vivos y
alegres, las risas surgen en cualquier momento, a cada interpretación de hechos
con esa gracia andaluza característica, o con el último chascarrillo o con las imágenes
que andan por las redes sociales.
Una hora de tranquilidad y
bienestar (o de estar bien) incluso aunque se hable de política, que es el tema menos
recurrente, porque, de sacarlo a pasear, igual se hieren algunas sensibilidades
y preferible es que la diversión y el “buen rollo” campen a sus anchas.
Es hora ya de subirse a casa, el almuerzo espera y el sosiego del hogar nos reclama. Pero antes, alguno de los
presentes ha lanzado la idea de reunirnos este fin de
semana para un perol y que en esa
reunión volvamos a echar un día de diversión tan bueno como el de hoy y
compartiendo mesa. Lo vamos hablando a lo largo de la semana dijimos, y en ello estamos. Ya se ha puesto el lugar y
mañana o pasado habrá comisión de compras para avituallarnos. Ya os contaré.
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