Sabores y olores que activan los sentidos, que reavivan los
sentimientos y los recuerdos.
A medida que las personas van cumpliendo años, empezamos a
reflexionar sobre muchos aspectos de la vida, tanto pasados, como presentes o sobre
los deseados futuros.
Y con esas reflexiones, nos empezamos a acordar que las
cosas más inverosímiles que tenemos guardadas en una esquina de ese gran almacén
que es el de los recuerdos. Y afloran junto a ellos esos olores y sabores que
hace muchísimo tiempo que no recordábamos o que ya se dejaron de oler porque
sencillamente dejaron de hacerse.
Ese olor a manzana o a membrillo que se guardaba entre
las sábanas y toallas en los armarios, que en nada se parecían a las famosas bolitas de
alcanfor posteriores.
Olor a ese café de achicoria que resucitaba por las mañanas,
y que sólo con un cazo, agua y colador de tela, permitía levantar el ánimo y
afrontar un nuevo día.
Olor a ese puchero que después de cinco horas hirviendo, nos
mostraba la parte más agradable el mejor sabor, de unos simples garbanzos con
cardillos y su buen trozo de tocino y algo de gallina o ternera.
El olor y sabor de las castañas asadas en la esquina de
la calle más transitada del pueblo.
El hojaldre, los pestiños o las magdalenas recién
horneadas.
La dama de noche o el jazmín del patio de la casa de la abuela cuando a la caída de la tarde, nos regalaba sus fragancias.
Y por qué no recordar también, esa primera vez que un extraordinario perfume, colmaba nuestro sentido del olfato, cuando al acercarnos a pocos
centímetros de otra persona, sentíamos sus efluvios invadirnos , esos que nos hicieron entender que había algo muy especial en ellos , distinto al de otros, y que nos trasladaba a
sueños posteriores.
Los polvos de talco, la lejía, el amoníaco, la colonia de bebé, el olor a churros y chocolate..
El pasado, también se construyó a base de olores y de
sabores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario