Qué gran bienestar nos produce el abrazo de un despertar; la
caricia de una mano en el hombro que te ayuda a continuar; un “hasta luego” sincero
y esperando a la vez que ese “luego” sea
muy pronto; la reunión a menudo con los amigos; el calor del hogar después de
un intenso día de trabajo y ocupación;
el buen café y la apetitosa tostada que nos ofrece el día que comienza…¡Hábitos, extraordinarios hábitos! que nos hacen la vida más placentera y nos ayudan a valorar los pequeños detalles
que la van conformando.
Por el contrario, también, es nuestra asidua compañera la
Rutina que con su reiterada insistencia
convierte esos gestos, caricias, saludos…en acciones repetitivas sin sentimiento, llevadas a cabo por pura
inercia y costumbre sin más…y con la consecuencia de producir en nuestro ánimo
la sensación de dejadez, pasotismo, el hacer porque sí e incluso convirtiéndose
en componentes nocivos de nuestras relaciones personales e influyendo en
nuestra actitud ante la vida…
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