Llevamos unos días que solo
oímos hablar del “coronavirus”, como si fuese el
rey de los virus y por ello lo de la corona (aunque todos sabemos que son un
grupo de virus y no solo uno). Pero este sí que parece el rey, por el montón de información que está
provocando y la cantidad de medidas mundiales que se están tomando para hacerle
frente y que no cause más muertes que las estrictamente necesarias y de ellas muchas
ya ocurridas.
De origen chino, en la ciudad
de Wuhan, poco ha tardado en expandirse por casi todo el planeta y menos ha
tardado en crear alguna alarma social. Hay preocupación, sin duda. Hay mucha
información, alguna de ella, no muy bien intencionada, y convirtiéndose rápidamente
en bulos que inundan las redes
sociales. Pero ello, no nos debería hacer que nos sintiésemos libres de
preocupación, puesto que es un virus, aún no controlado y que viaja libre por
el mundo, y que además, tiene la “virtud” de infectar sin necesidad
de dar la cara de sus síntomas, por lo que pasa muy desapercibido entre la población.
Y aún más preocupante es la
tremenda movilización de países para traer de vuelta a sus paisanos asentados
en China, y que son aislados nada más llegar a tierra, al menos durante 15 días.
Preocupación, claro que hay,
lo que aún no hay es alarma. Y lo más preocupante, los políticos nos piden tranquilidad reconociendo así que ¡mal andamos!
Nuestro sistema sanitario es
magnífico y se enfrenta muchas veces con estos microscópicos seres (virus) y
les vencen casi siempre, esta vez, seguro que no será menos. Así empieza este febrero, esperemos que cuando
termine todo haya pasado y solo sea un recuerdo, aunque ese recuerdo nos
haya hecho reflexionar un poco más sobre
el mundo que compartimos.
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