Nos hemos parado a pensar en algún momento que
toda nuestra vida, es una pura casualidad.
Pensemos: fue una casualidad
que se encontraran nuestros progenitores, que pensaran unirse y que decidieran traernos a este mundo,
también tuvo que ver con la casualidad y
con aquel espermatozoide que, por casualidad, encontró y fecundó aquel óvulo.
Fue una casualidad que
siguiéramos hasta el fin desarrollándonos y creciendo para llegar a esta vida. Y ello hizo que también fuese casual nuestra
familia, y casual el sitio de nuestro nacimiento, de nuestra infancia de
nuestra adolescencia, de nuestro nivel cultural, social, económico…
Fruto de la casualidad, (y de
la preparación para ello) encontramos un trabajo que nos hizo sentirnos
realizados en nuestro tiempo de actividad para la sociedad que nos acogió.
Casualidad fue que
consiguiéramos llegar a nuestra jubilación sin que casualmente sufriésemos
percances graves, sin que la papeleta de la tómbola de la vida con sus miles de
probabilidades de “premios”, no nos haya tocado a lo largo de estos años.
Somos casualidad en esta vida, pero es verdad que toda ella es una
muy bonita casualidad.
Y ¡nos creemos tan
importantes!
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