YA
HACE más de 17 meses que se empezó en todo el
mundo, a tomar medidas para intentar
contener el avance de un virus del que aparentemente nada se sabía y mucho
menos de cómo combatirlo aunque ya avisaban de su capacidad de causar bastante mortalidad.
En un alarde de colaboración y ayuda, todos los virólogos e investigadores y desarrolladores
de vacunas, se pusieron a trabajar para saber de qué manera podríamos acabar subyugando
a ese virus letal.
Surgen los primeros avances médicos en su estudio y se
desarrollan varias “vacunas” que en tiempo
record, se empezaron a implantar entre los miembros más ancianos de la población, que era donde el
famoso “covid19” estaba causando el mayor número de muertes en todos los países.
Junto a ellas, se pedía que usásemos
las mascarillas, primero quirúrgicas
y luego de las de tipo fpp2, que usásemos guantes al principio y luego que limpiásemos con gel hidroalcohólico
nuestras manos y que no nos tocásemos el rostro, a la vez que se pedía
que mantuviésemos una medida mínima de separación entre las personas.
La
vacunación fue avanzando y paralela a ella, el virus seguía causando
dolor y muerte. Llegados a una vacunación de casi el 60% ya de la población, no
se detienen los contagios, aunque sí que parece causar menos muertes. Vamos
avanzando en el tiempo y las medidas ya no son tan estrictas, nos
vamos relajando, quizás en exceso. A la mitad del verano, se empieza a acercar el próximo curso escolar,
también el universitario, la liga de fútbol y demás deportes de aficionados. ¿Llegaremos a estar vacunados ya más del
80% de los españoles y empezaremos a
administrar también esa que parece inevitable “tercera dosis” de las vacunas? Ese es el reto y también lo que nos crea incertidumbre.
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