Como siempre, en estas fechas de finales de Junio y con diferencias de temperaturas muy notables entre un año y otro (¡Menos mal que este año ha venido fresco!) llega la hora de cerrar un nuevo Curso Académico. Una nueva promoción de alumnado que se encamina hacia sus estudios de continuidad en Secundaria, donde empezarán a intentar ir decidiendo a qué se quieren dedicar el día de mañana.
Como en finales de cursos anteriores, la mirada alrededor de las desnudas cuatro paredes que conforman el aula y la visión de las mesas y sillas amontonadas juntos a armarios vacios, no hace sino acrecentar la sensación de final de un período. El maestro, en ese instante, cierra los ojos y recapacita y recuerda lo ocurrido a lo largo de estos nueve meses que hoy acaban en forma de un “flashback” que alegra su rostro al visionarlo.
Sí, porque el magisterio es como la antigua “mili” de la que decíamos haberlo pasado muy mal en ella y de la que todo el mundo habla mal, pero de la que se guardan los más entrañables recuerdos que hace que solo rememoremos lo mejor de ella, y aquí y ahora ocurre exactamente igual, pasan al olvido los malos ratos y solo los buenos y pocos recuerdos positivos son los que ocupan la mente de este maestro que hoy, empieza sus vacaciones.
Con el deseo de que una nueva promoción (más ávida de saberes a ser posible, eso sí) llegue a alegrar de nuevo el aulario de mi colegio y a llenar las paredes con sus posters y las mesas y sillas de risas sanas y los patios de bullicio y saltos y carreras y los pasillos de alegría contenida, me marcho, soñando, ahora, con una tumbona, una sombrilla, el ruido que proporciona el continuo ir y venir de las olas y un buen libro en las manos.
Claro que tampoco está nada mal, la idea de la visita al que debería ser nuestro patrimonio de la humanidad, (de la costa andaluza), al chiringuito para la cervecita y el espeto.
Ya solo me queda desear unas felices vacaciones a todos los que en Julio las empiezan.
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