jueves, 7 de junio de 2018

CIUDADES XXI


Nuestras ciudades están cambiando a ritmo agigantado.
Se peatonalizan calles, se amplían las zonas azules para aparcamientos, se adornan rincones y se  colocan estratégicos obstáculos en  la parte de calle destinada al tráfico rodado de vehículos.
Sin duda son cambios todos ellos tendentes a una mejora de la calidad de vida de las personas, aunque ello está ocasionando  no pocos comentarios negativos hacia las instituciones que estos cambios acometen.
Hoy me quiero centrar en los llamados CARRILES BICI. Parece ser ésta la última ocurrencia de nuestros actuales gobernantes. Se están levantando todas las aceras de las calles por donde transcurrirán estos carriles, y se les está dotando de una anchura de más de 2 metros en todos los lugares donde se puede. Ahora bien, la acera para el paso de peatones se está dejando reducida a menos de un metro en muchísimos sitios (“prima el carril bici”), lo cual, no deja de ser inconcebible, habida cuenta que, personas que hagan uso de  bicicletas, hoy, no llegan ni al 20% del total de habitantes de una ciudad, mientras que, el  100% de la población, hacen uso de sus pies para ir a cualquier lugar al que les sea necesario acudir. (peatones somos, muchos más que ciclistas).
Ya, ya sé que alguien puede decirme que no hay más ciclistas porque no hay lugar por donde circular y que, a medida que los carriles bici estén acabados, el número de usuarios de la bicicleta aumentará. Puede que tengan razón, no lo dudo, y si esto llega a ocurrir, seguro que los ayuntamientos, obligarán a matricular las bicicletas, y así, poder establecer un nuevo canon, o IMPUESTO, que sanee sus empobrecidas arcas, después de tanto gasto en infraestructura ciclística.


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